IV: ¿Por qué no me fajás en vez de lastimarme? (Parte 2)
Tanto drama no entra en un solo mail, así que acá va la segunda mitad.
Carta abierta al Carpintero:
No sé bien cómo empezar a decirte algo.
Es raro intentar decirle algo a alguien con quien hasta entonces la forma de comunicarse fue entender que las palabras son más divertidas cuando las usamos con otro significado para sentir que estamos diciendo lo que pensamos sin sufrir las consecuencias.
Es raro hablar con alguien a quien quisiste mucho pero con quien hace tanto no hablas que ya te olvidaste como hablaban cuando hablaban.
Es raro buscar algún tipo de sinceridad con la sensación de mucha gente observando.
Pero a la vez hay muchas cosas que nunca te dije y que me gustaría intentar hacerlo. No tanto para que las sepas, porque tal vez ni siquiera las entiendas o te importen. Si no para decirlas y ya. Para hacer el ejercicio de desahogarme.
Quería decirte que sí me alejé fue para ver cómo reaccionaba. Sí me fui de la fiesta sola y caminando despacio, casi en cámara lenta, fue porque estaba esperando que me agarraras el hombro, aunque sea para preguntarme por qué me estaba yendo. Pero no pasó. Y ni siquiera supe nunca qué te quedaste haciendo, o sí te habrás dado cuenta de que me fuí.
Hice el mismo camino que la primera vez y después de cruzar el viaducto me subí al taxi y escribí en mi celular.
¿A vos también te da cringe lo melodramática y llorapija que puedo ser? ¿Alguna vez fui así de pesada y cursi con vos? ¿O me lo guardaba todo? ¿Que pensás de mí?
Siento que con vos buscaba otras formas de decir. Más cancheras, más desapegadas, más sueltas, menos honestas. Como esa vez que en un whatsapp borracha a la madrugada te dije lo que dice Lorde en Magnets “pretty girls don’t know the things that i know” Y creo que alguna vez vos también me dijiste algo así con tus propias palabras “nunca me chuparon tan bien la pija”. Hace no tanto hablé de eso con un amigo de ambos que no conocía toda la historia. En parte porque nadie se animaba a mirar demasiado lo que pasaba. Y en otra (diría que la mayor) parte porque a mi me daba vergüenza que, aún sabiendo igual que todxs los demás como eras, caí de lleno y gusté de vos y te quise tanto. Le dije “no puedo creer los petes gloriosos que gasté en ese salame”.
Es mentira. No sos un salame y por supuesto que lo volvería a hacer. Eso dice muchísimo sobre mi criterio para elegir lo que me llevo a la boca.
Lo que te estoy intentando decir es que yo muy pocas veces digo lo que estoy intentando decir, o lo que realmente quiero decir. Me gusta más decir lo que los que me escuchan quieren que diga. O lo que yo creo que ellos quieren que diga. Y creo que en eso nos parecemos bastante, vos también sos así. O eras. Pero mejor ahora me limito a hablar de mí. Porque, de nuevo, esto es para mí.
Ahora me toca intentar decir lo que quiero sin buscar que suene bonito, o que te guste, sin esquivar el cringe ni la cursilería. A ver cómo se me da esto de la transparencia.
Hay algo fundamental que quiero sacarme de encima para que deje de ser solo mío: después de este bardo que armamos mi sexualidad quedó bastante deteriorada. Yo era la más trola del mundo y me encontré con la única persona más promiscua que yo. Estoy segura de que te pasó lo mismo, y que eso también te hizo sentir vulnerable. Lo que nos diferenció fueron nuestras reacciones: yo viví la de estar enamorada y vos me lastimaste para sentir que todavía había algo en tu poder. Por eso quería decir esto, para sacarme de encima ese peso y ver sí, estando más liviana, puedo recuperar algo del disfrute de antes.
Creo que es muy probable que pienses que te odio y quisiera aclararte que para nada es así, odio algunas cosas de las que pasaron en ese tiempo. Casi todas. O muchas, dejame intentar enumerarlas.
Odio pensar que andás por ahí usando la historia de esa vez que estuviste con un chico para que las pibas te quieran coger por moderno y bisexual.
Odio haber sido el chico de esa historia, odio a quien fui todo ese año y odio no haber tenido ninguna herramienta para escucharte cuando lloraste en boxer en mi balcón.
Odio haber perdido tanto tiempo de pensar en quién quería ser por haber estado tan cómoda escuchando el nombre que a vos te gustaba decirme.
Odio que hayas necesitado la confirmación explícita de mis ganas de besarte pero que nunca me hayas preguntado por qué me alejé.
Odio que te hayas tomado tanto trabajo para meterme en esta y que después te hayas escapado con tanta facilidad, sin nada de esfuerzo, para dejarme ahí encerrada y confundida.
Odio haber descuidado tanto mi espacio, mi cuerpo, mi cuarto y mis ganas.
Odio haberme convertido en el tipo de persona que escribe este tipo de grasadas.
Pero odiarte a vos, no te odio para nada.
Eso da todavía más odio.
Y me permito contar todo esto y hablar en segunda persona delante de desconocidos porque primero ninguno de ellos sabe sí esto realmente ocurrió, o sí existís siquiera. Segundo porque decírtelas directamente a vos sería al pedo, nunca se nos dió bien lo de conversar cara a cara. Y tercero porque probablemente nunca lo leas y para mí es más facil hablar cuando no me están escuchando.
De todas maneras, sí por alguna casualidad cósmica llegás acá, o sí alguien te cuenta que hablé de vos y te pica la curiosidad y lo lees, me gustaría recurrir a otro lugar común más y decir que todas las historias tienen dos versiones. Yo acá conté la mía porque es la que más o menos me acuerdo. Sí algún día te pinta, no cambié mi número… podés llamarme y contarme la tuya. Te voy a escuchar atentamente y esperar a que termines. Y después lo voy a negar todo.
DonnaTefa